La salud visual es una responsabilidad, y ópticos y optometristas conocen de la importancia de ofrecer un servicio basado en la calidad, el asesoramiento y la incorporación de las novedades y mejoras del sector.
Por ello es imprescindible que en el ADN de cualquier óptica se instauren los siguientes valores:
El asesoramiento debe ser honesto, y estar siempre centrado en el mayor beneficio de la persona que lo solicita. Ópticos y optometristas deben orientar su conocimiento y experiencia para proponer las soluciones más adecuadas y funcionales para cada caso, y no sólo aquellas que reportan un mayor beneficio a la óptica.
Esta relación basada en la honestidad repercute positivamente sobre la óptica individual y sobre el concepto del colectivo.
El sector de las ópticas se encuentra en continuo desarrollo, y la clientela merece una oferta que incluya las últimas novedades del mercado.
Obviar la tecnología, aplicada tanto a los productos ópticos como a la gestión o a la atención al cliente, es ofrecer un modelo obsoleto y con carencias.
El cliente potencial demanda nuevos servicios, nuevas vías de comunicación, nuevos productos, etc. Cada óptica debe ser maleable, e ir evolucionando su modelo y sus servicios para mantenerse plenamente actualizada.
La óptica de hoy distará mucho del modelo que se implantará dentro de 3 años, pero es absurdo resistirse al cambio y la evolución.
Es parte de la responsabilidad social corporativa de cualquier óptica, ser el motor de iniciativas que mejoren la salud del entorno en el que se insertan. Esta expresión puede darse a través de recomendaciones específicas, formación en prevención, o incluso en proyectos más ambiciosos. Pero, debe ponerse en práctica en el día a día.
Son muchos más los valores de un óptica, para alcanzar la excelencia, pero estos son absolutamente esenciales y necesarios.